Desde hace ya más de año y medio que me propuse no sólo aprender Apnea sino SER apneísta. Sí que hay diferencia entre hacer y ser, y yo lo viví en primera persona.

Aprender hacer algo es conocer la técnica, pasar un rato divertido con algo nuevo y quizás al volver de tus vacaciones, intentar volver a practicarlo en casa.

Ser apneísta para mí ha significado SABER a ciencia cierta qué es el miedo, en mi caso, al agua…y luego no sólo superarlo sino dominarlo ¿Cómo? por ejemplo: aprendiendo a nadar, tomando conciencia de mi respiración, controlando el diafragma, buscar ayuda para entrenar las abdominales hipopresivas y mil etcéteras.

La palabra Miedo  es de origen latín: «metas»  y la palabra «temor» viene del griego: «déima»

La palabra miedo puede resultar desagradable pero la verdad es que es una emoción que funciona como método de supervivencia. Nos pone en alerta a las personas, nos avisa de «algo»

Yo entonces tenía cierto miedo al agua. El miedo me recorría la piel, me la ponía de gallina, al meter los pies e ir más allá de las rodillas me avisaba de «algo», pero ¿De qué? no lo sabría expresar con palabras, lo único que hacía automáticamente es retroceder. Pero al atreverme no sólo a meter los pies, si no la cabeza y a retener la respiración para bajar los primeros 11 metros entonces el miedo no dejó de existir…pero fue él…el que retrocedió.. y yo me di cuenta de eso. ¿Qué tendría que hacer para que siguiera haciéndolo retroceder? Lo primero, pensé: es hacerme «amiga» del agua ¿no? y ¿Cómo?… aprendiendo a nadar…supuse; y así lo hice. Viajé a México a que una entrenadora especializada en natación me enseñara todo lo que fuera posible aprender para flotar, respirar, moverme y …nadar.

Luego tuve que aprender a mantener la atención plena en una sola cosa, hasta lograr concentrarme en mi respiración y poder controlar el diafragma. Para eso uso alguna técnica de meditación.

Ahora ambos ingredientes son hábitos.

Un hábito, según el maestro Stephen Covey tardamos unos 30 días en integrarlo y entre dos y tres años para hacerlo nuestro. De momento ya lo he integrado y día a día los estoy haciendo míos mediante la práctica diaria. Y fue durante uno de esos días que conocí en la piscina a una persona que me dejó literal y físicamente con la boca abierta, os lo contaré:

Cada día voy a la piscina a entrenar y de repente veo que hay una instructora de mediana estatura que lo mismo da Aquaerobics, que entrena niños o enseña adultos, la veía en la piscina pequeña o incluso nadando dentro de la piscina de 25 metros para enseñar las técnicas de cómo mover brazos, piernas o usar las aletas correctamente; y esto no tendría tanta maravilla para mí como descubrir que a esta versátil y entusiasta entrenadora le faltaba parte de una pierna. Cuando la vi, me sentí aún más comprometida conmigo misma, pensé que si ella podría nadar, yo también y continué entrenando día a día. Pasaron así unas semanas más y una mañana veo que ella lleva a un niño para enseñarle a nadar, una sorpresa aún más grande me esperaba, ese niño tenía la misma falta que la entrenadora. Ella, durante el entrenamiento no dejó de pedirle al chico los mismos ejercicios que les pidiera a sus otros alumnos, lo enseñó a subir y a bajar dentro de la piscina; vi que salía y volvía a entrar para tirarse desde el trampolín y que lo hacía no sólo como cualquier otro, si no incluso mejor que yo misma…que nunca lo había hecho por miedo, y aún sigo sin poderme tirar desde ahí y que aún con el cuerpo completo que tengo no logro subir con la fuerza de mis brazos porque no soy tan ágil o porque no lo he practicado aún. Así que pensé que os gustaría conocer a Tania, la entrenadora de natación que en mí logró causar una sensación de: «Todo…todo…todo…se puede; sólo, si uno quiere»

Aprendí observándola que existe eso que Víctor Frankl llama: La última de las libertades.

Hice una pequeña entrevista y esto fue lo que me contó sobre ella:

Su nombre es Tania, comenzó a nadar desde que tenía sólo 3 años de edad; era tan inquieta que su madre la llevó a la guardería porque eran tal sus ganas de andar que abría la puerta de casa y se salía ¡menuda pequeña era!

Tania tiene unos ojos cafés preciosos y llenos de luz y cuando habla de sus padres afirma con firmeza que sus padres le trataron como a los otros hermanos: no vieron ninguna limitación, y le animaron a valerse por sí misma. Tania era tan observadora que aprendió a nadar observando al equipo de natación que entrenaba mientras ella estaba en los carriles laterales. Nadar fue su vida y en su cabeza mantuvo sólo una idea: Ganar medallas.

Eso la llevó a competir en los paralímpicos de: Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sidney 2000; y se quedó a las puertas de la competición en Atenas.

Tenía un objetivo, una META. Es decir, practicó uno de los hábitos que hacen a una persona excelente una persona extraordinaria: «Tener un fin en mente». Ella me dijo que «Tenía capacidad para desconectar» y yo más bien lo asocio, desde mi humilde experiencia, a desarrollar una capacidad de conectar con ella misma y con su ser.

Admirable.

Durante esos años Tania se rodeó de su «familia», chicas y chicos que como ella buscaban ganar, tenían hambre de ser y tal y como ella misma describió durante nuestra conversación hubo tres factores importantes para vivir dentro de esta «tribu»:

1.- Explicar tu felicidad

2.- Compartir

3.- Recibir cariño

Con lo cual algo que se considera, quizás, como «no importante» lo es mucho más de lo que nos pensamos:

«Encontrar nuestra tribu» no es sólo importante, sino imprescindible; pero ya no sólo por obtener un resultado o beneficio sino por lograr aquello que todos buscamos: Ser felices.  De acuerdo con Howard Gardner una de las siete inteligencias es desarrollar la Inteligencia interpersonal (social)

Así que… ya sabéis una de los ingredientes básicos.

¿Cómo se define así misma Tania?

«Me gusta la familia»  «Soy abierta»  «Tengo capacidad de grupo»  «Soy feliz»   «Tengo amigos»   «Amo a mi hijo»   «Hoy sé priorizar»

¿Cuál es la metodología para enseñar a nadar de Tania?

  • Tengo confianza en mí
  • Tengo empatía
  • Soy próxima, pero con autoridad

La última pregunta que le hice antes de que terminara su café y volviera a sus clases fue: ¿Cuál es el «ingrediente especial» para enseñar a cada sector?

  • A los más pequeños: Les doy confianza
  • A los niños: Soy cercana
  • A los adultos: Les doy mimos.

Y esta es la historia de una persona extraordinaria, que vive una vida nada ordinaria, dentro de nuestro mundo cotidiano.

¡Mucho que aprender!  Aquí os dejo el vídeo para que la conozcáis y os animéis a contactarla para que os enseñe a daros un buen chapuzón en la piscina.

Un abrazo a todos y feliz comienzo de uno de los meses más bonitos del año: Abril aguas mil!!!!